miércoles, 22 de agosto de 2007

Vicisitudes de Chubaquita y el seismo

Mis orígenes no son inciertos, muchos de ustedes saben que mi abolengo es africano, que mi padre es un actor famoso que no me reconoció sino después de un juicio bajo la tutela de la abogada de los pobres Maura Trozo. Ustedes saben que me crié en Chincha, luego de que el Bebé Curillas me trajera como polizonte en ese vuelo de la selección ollantalina de fútbol del mundial de Pestaña 82. Por tales razones tengo doble motivos para sentirme afectado con este problema, sí, señores, con el terremoto que afecto el miércoles 17 de agusto carhuallo de este año.

Primero les relataré los pormenores en donde me agarró el gran seísmo, mis vicisitudes y viciositudes.

Me encontraba libando una res de pisco en La Vieja Taberna Queiñoco de Free Town (carajo, no del Down Town, por siaca para quienes dudan de mi gran y mastodónica virilidad). Como les decía, estaba con amigos, con intelectuales de poca monta y con los filósofos de Marimba Park y mi nuevo pata: el Buko, sí, sí, el que escribe las columnas de la última página del diario El Trompe.
Luego de la segunda botellita de pisco (pisco, Pisco, PISCO, las casualidades no se dan por si solas y el destino se nos enchucha como el Profesor Jirafalos con Doña Coñinda), me dirigí al baño a meterme unos tirolines por la ñata para que me levante de los estragos de la embriaguez, cuando de repente la coca que ponía en líneas rectas empezó a tomar otras formas. “Tan plan huascarán no estoy”, pensé. “! Ah, no ¡ Creo, creo, creo que es un temblor”.
Al principio esperé que pasará el temblor (despiértame), me senté en la letrina del baño, aspiré un poco de cocoa; pero el maldito seísmo no pasaba. Comencé a escuchar gritos femeninos de desesperación, escuché que la gente que se encontraba en el segundo piso del bar corría. Yo, todavía incrédulo, esperé un poco más; pero como el temblor no pasaba (despiértame, again), decidí salir ya del baño, dejando en el mi preciado tesoro blanco. (¡Puta madre y esa buena merca se la compré al Pompo Cordero en la Mar Brava!).
Lo que vi afuera fue una escena de Hollywood, debido a los efectos, o Bollywood, por tanta lágrima que ese día corrió, como quieran llamarlo. Lo primero fue que como el piso del Queiñoco no es de material noble (¿alguien me pude decir porque se le dice material noble? el material innoble, ¿cuál es?), este empezó a sonar extraño, el Buko me dijo que “caballero nomas, Chuvaquita, tenemos que ir afuera, rápido, dejaremos para otro día las charlas kantianas de que si el Tenchy va a durar con Sarita Mandrake”.
Recuerdo que ante tantas galimatías, un imberbe; recuerdo que era ex estudiante de derecho de una vieja universidad, empezó a lamer el poco de vino que había caído en una mesa. Que otro sujeto cogió un par de botellas del mejor vino del mundo, el Qiol. Que uno de los mosaicos salio con el pájaro afuera… quién sabe Dios cosas estaba haciendo en esos momentos.
Lo que más me impacto, aya fuera del local, fue que el puto temblor no pasaba, que las hembritas que estaban a mi costa rica empezaron a llorar (este pechito ofreció su peludo y felpudo hombro para reconfortarlas (después me pidieron mi número y la talla de mi calzadura)), que unas viejas regordetes empezaron a rezar en voz alta. El meollo de las cosas era que la people estaba muy asustada y que lo peor fue que uno de los filósofos de Marimba Park, nos acompañaban toda la troupé, empezó a buitrar por la ventana del Queiñoro, nadie sabe como llegó hasta allí en pleno temblor.
La confusión era total, el temblor seguía y de pronto… se fue la luz, el griterío aumento, las mujeres no solo gritaban, algunos patas, incluido el Buko de Trompe empezaron a llorar. Lo que sigue no lo recuerdo bien, porque la gente empezó a correr a la pequeña plaza que está al frente del Queiñoro, recuerdo que avisté un par de luces en el cielo que parecían explosiones o rayos. Digo explosiones porque recuerdo que en mi infancia, en el tiempo del terruquismo, lo mismo cuando Sendero Cabrilloso dinamitaba torres de alta tensión. En mi mente figuré que era el final, que la vieja taberna se iba a caer, que mi casa en la Planticie iba a partirse en dos, que mi biblioteca de Babel iba a perderse si se derrumbaba mi casa, pensé en las chicas de los Botecitos del Llauca, ya que sus queridísmo local es de material innoble; pensé en mi pata Elesex, en su casa junto al mar; en sus gatos, en mi pata Junior y mi trampilla la Lloronmona; en mi pata Christopher Dávalos, seguramente estaba en el juzgado de Comas viendo unos casos de acoso sexual y, como siempre, defendiendo (como abogado correcto e infalible) a los acosadores; pensé en mi pata Eduardo quien seguramente estaba en Menú 21 pensando en que platos iban a ser servidos al día siguiente o quizá en el cuarto del conserje debajo de la minifalda de Claudia Iparraguirre; prima de mi otro pata Frederick, quien seguramente estaba en la casa de la Coya chateando con sus trampas vía msn; pensé en mi pata Bolita, a quien me lo imaginaba fumando un habano cubano luego de meterse un polvorete con una de las tantas perras perras que conoce; en Lady Liz quien seguramente manejaba su Tico; pensé en mi pata Brinceño; ah, no, sorry, en ese inglés no pensé, ese tiene plata y está en Inglandeterra, allá no existen los temblores.

Uno sabe que en momentos críticos los mejores y peores momentos de su vida se le presentan a modo de flash back. Y así me pasó, mi infancia en Chincha, mi encuentro con Telahunde y la página 11, el colegio y la vez que me enseño Firybrice Menchevique, la beca que le dieron en Ortroxd, mi primer encuentro con Trioy y Jorges, la vez que Costrazar me contó su novela Manuela haciendo esos graciosos gestos con las manos, la vez que baile el arbolito con Margas Loza y su prima, la primera vez que viaje al extranjero, las aeromostras del avión y mi maratónico debut sexual, mi bachillerato, mi licenciatura, mi doctorado, mi Phd, mi primer tribunal constitucional con una estudiante de derecho, el discurso en la ONU, mis nominaciones a Juan Rulfo, las nominaciones al nobel, el cumple 25 de Elesex, las polladas con la gente de la ASUME, las conversaciones picantes con Enma vía msn, etc.

El terremoto pasó, la gente asustada no sabía que hacer, quedarse parada en ese lugar o ir a sus casas. El Buko huyó a las redacciones del Trompe, cuando la estampida empezó, la gente atiborró las calles en busca de una combi, una couster, un micro, un taxi, lo que sea. Todo vehículo de transporte estaba repleto, excepción de los taxis que no hacían servicio, sino que se dirigían a sus respectivas casas.

No sé como divisé a Gary, el fotográfo más trágico de la ciudad, me dijo que si había visto al Buko, le dije que sí, que ya se había ido al Trompe. Y se fue apresurado para allá. Yo subí a mi carro, a mi Alfa Romeo azul marino, prendí la radio, un par de hembritas me dijeron que las jale a Suco, yo con mi mastodónica virilidad no dude en decir que no. Ustedes saben como es mi floro, a la media hora ya estábamos en Goles en acción; pero versión oral. Cuando escuché que el mensaje del presidente Balán García, diciendo que guardemos calma, que no había pasado nada, que la telefonía había colapsado y que no había daños humanos que lamentar. Entonces decidí relajarme con aquellas chicas terremoto a las que hice terremeto.

Acabando la tertulia sexual, me subí la bragueta y las primeras noticias en RPipí decían que Chincha, mi Chincha, había sufrido tremendos daños, pensé en mis amigos de la infancia, en mis conocidos, en mi colegio, en la familia del afro-germano-chinchano-chalaco Platzinger. Boté a las trampolines a la fama de mi carro y empecé a usar mi Mextel, mi Cloro, mi Robistar y ni uno de ellos funcionaba. ¿Qué hacer? ¡Qué hacer! Maneje a mi casa, saqué toda la plata que pude y me enrumbé al sur.
En Limonta, el tráfico era de lo peor, las calles congestionadas, la gente queriendo llegar a sus casas y yo metiéndole todas las velocidades a cada espacio por donde podía caber mi carro. Rpipí decía que el terremoto había sido en Pisco, en Ica. Un par de veces me dijeron para que haga taxi, que me iban a pagar bien, inclusive me dijeron que me iban a dar sexo si los llevaba aquisito nomás; pero no, me negué, tenía que llegar a mi Chincha querida.

Ya en el kilómetro 52 de la panamericana Sur encontré otro embotellamiento atroz, me decían que la carretera se había partido, que no había pase. Diablos, mi Alfa Gomeo, lo deje en la pequeña chacra de mi amigo Demian (el que hace un programa de joda junto al Boyo), y seguí a pie, caminando por la carretera vi que las pistas estaban partidas que algunos carros de había caido por la grietas, que las casas que daban comida en la carretera se habían caído, gente llorando, gente confundida. Un caos total. Pero yo, tenía que llegar a como de lugar a Ica.

Continuará…

1 comentario:

Reo Libre dijo...

¿Y llegaste? Tienes que seguir la historia que me ha subyugado.